Un debate importante ha tenido lugar en el seno de la pandemia del Covid19 y tiene que ver con la educación a distancia o educación virtual. Se trata de una idea que cuenta con muchos detractores a la vez que muchos promotores, aunque en realidad quienes la defienden, en su mayoría, la consideran poco más que un mal necesario. ¿Significa eso que cuando, eventualmente, la pandemia termine volverá todo a ser como era antes? Es muy poco probable.
La idea de aprovechar las nuevas tecnologías de información y telecomunicaciones para conducir la educación a un modelo 2.0 no es nueva. Hace décadas que se han diseñado diferentes esquemas educativos para atender a la población de áreas remotas, lo que hemos conocido como “educación a distancia”: primero fue por correo postal, luego por mensajería electrónica, e incluso existe actualmente una amplia oferta de portales de internet con cursos más o menos formales, en los que la grabación en video de una clase o de un docente se nos propone como sustituto de la experiencia real del aula. Dinámicas útiles, desde luego, pero más como complemento del sistema educativo que como su reemplazo verdadero.
Pero también es cierto que nunca antes se había tenido la posibilidad de transmitir en vivo y de manera masiva una clase a través de internet. Los gigantes tecnológicos compiten ferozmente entre sí por brindar el servicio más estable, más dinámico, que mejor logre emular la presencialidad, y con resultados a menudo asombrosos. Pero la experiencia educativa online sigue presentando numerosos inconvenientes.