Cuando hablamos de cantar, hablamos de expresarnos desde lo más profundo. Trabajamos con un cuerpo que puede transmitir, que puede conectar con otros, que es nuestro instrumento único, tan único como la persona que lo lleva.
Solía ver el canto como un talento, una capacidad, pero a medida que me fui adentrando en otras terapias como el yoga, la meditación, el método Rabine, fui descubriendo que además de la técnica tiene que haber un conocimiento profundo de nosotros mismos y de las estructuras de nuestro cuerpo.
Es sumamente interesante conocer el catálogo de emociones y aceptarlo para soltar lo que no sirve y abrazar la música limpia que podemos producir. Sentirla en todo el cuerpo, sin esfuerzo y que nos aporte más conocimiento de quienes somos. Es un camino largo, como una montaña rusa, pero a largo plazo, la mejor inversión.
Después de muchos años estudiando canto, y aún me sigo formando, he aprendido a conectar con mi cuerpo y aprendo de él a diario. Es hermoso pero no podía quedármelo solo para mí (el mundo tenía que saberlo).
Llevo algunos años dando clases pero desde que he cogido esta idea integral del cuerpo, veo que mis alumnos se sienten comprendidos, con ganas de conocerse y de descubrir que cantar es mucho más que emitir un sonido. Ésto es para mi, lo mejor que me ha pasado al enseñar. Gracias a esto amo enseñar a otros, porque con su aprendizaje me alimento y conecto más. Se crea la magia.
Creo que no tengo mejor forma de expresar lo que la enseñanza significa para mi. Todo empezó por una necesidad laboral y terminé encontrando un camino enriquecedor, fuera de este mundo.
Si quieres descubrir lo que puedo enseñar, ven a mi clase de prueba, habla y canta conmigo, estoy a tu disposición.