La enseñanza de una lengua siempre comporta un primer momento de expectativas: a veces nos da miedo, otras nos entregamos de lleno. En cualquier caso, la sistematicidad y la sensibilidad nuestras puestas en favor del aprendizaje, darán buenos frutos. No hay que olvidar que cada lengua comporta una estructura de pensamiento, más o menos abstracto, y que, por ende, seremos más o menos afines a uno...
La enseñanza de una lengua siempre comporta un primer momento de expectativas: a veces nos da miedo, otras nos entregamos de lleno. En cualquier caso, la sistematicidad y la sensibilidad nuestras puestas en favor del aprendizaje, darán buenos frutos. No hay que olvidar que cada lengua comporta una estructura de pensamiento, más o menos abstracto, y que, por ende, seremos más o menos afines a unos u otros idiomas.
En el caso particular del latín y del griego, deberemos enfrentarnos a gramáticas complejas, mas la etimología nos ayudará, pues la mayoría de las palabras de nuestro vocabulario provienen de ellos.
Desde el principio estaremos leyendo textos en estos idiomas e intentando, a través la traducción, enseñar la gramática.