Siempre disfruté mucho aprender idiomas, particularmente inglés. Luego de realizar un intercambio con mi universidad y vivir nueve meses en Italia, me fasciné también por el italiano. A partir de allí, empecé a ayudar a mis compañeras de casa a aprender y mejorar su inglés: mediante pequeñas clases donde escuchábamos canciones, leíamos artículos o mirábamos alguna película o serie profundizábamos en vocabulario y en ciertos temas de gramática. La metodología consistía básicamente en conversar mucho sobre el tema que habíamos seleccionado para esa clase; conversar siempre en inglés, sin miedo a equivocarse y tratando de despejar las dudas gramaticales o de vocabulario que van surgiendo a lo largo de la conversación. El objetivo fundamental era soltarse, ganar fluidez y capacidad de comunicación en este nuevo idioma.

Una vez que volví a mi país, estudié y me perfeccioné en italiano, y comencé a dar el mismo tipo de clases a conocidos en mi ciudad. Pequeños encuentros donde perfeccionar la oralidad del idioma, aprendiendo vocabulario y expresiones, siempre a través de ejercicios que nos permitan conocer más en profundidad la cultura italiana.

Si bien el inglés lo aprendí estructuradamente en la escuela, me fui dando cuenta de que conversar y perder el miedo a equivocarse es la mejor manera de aprender un idioma. Y para eso es importante conocer la cultura de quienes hablan ese idioma, por eso creo que esta metodología que expliqué más arriba es la que más me ha ayudado a poder comunicarme fluidamente siempre que necesité. Y por eso también hoy la ofrezco, para seguir ayudando a que disfrutemos los idiomas, podamos aprenderlos y nos podamos comunicar cómodamente cuando lo necesitemos.