Tuve mi primera interacción con Enzo, cuando yo trabajaba enseñando guitarra en una academia de la ciudad de Tarapoto, en la selva de Perú. Él apenas tenía 11 o 12 años. Recuerdo haberme cruzado con él en las aulas, no como profesor, de hecho, él tenía otro profesor, sin embargo, lo veía y escuchaba practicar sus ejercicios. A la semana siguiente, dejé de trabajar en dicha academia.
Después de 2 o 3 años, yo me encontraba trabajando en otra academia, y es allí cuando interactúo más con Enzo, específicamente, cuando este asistió a una clínica de guitarra que yo brindé allí. Posteriormente, se matriculó para llevar el curso de guitarra eléctrica conmigo. No fueron más meses dado que yo debía viajar a Lima para continuar mis estudios de música en la universidad. No obstante, siempre que volvía a la selva, yo dictaba algunos talleres temporales o clases maestras en dicha academia, por lo tanto, siempre estuve como profesor de Enzo.
Antes de la pandemia, la mamá de Enzo me pidió orientación para que el hijo pueda estudiar música en el extranjero. Así lo hice, y después de algunos meses, vino la pandemia y tuve que adaptarme a la virtualidad. Así, llevamos los cursos de guitarra eléctrica, teoría musical y lenguaje musical, para que Enzo pueda rendir un buen examen en el Instituto de Arte y Cultura de Belgorod, Rusia.
En total, tuvimos un promedio de 4 a 5 meses de preparación para que Enzo pueda postular a la universidad. De hecho, rindió un buen examen, ingresó y tuvo que viajar a tierras lejanas, y ahora que nos encontramos en nuestra ciudad natal, no tuvimos mejor idea que tocar juntos algunos recitales.