Es imprescindible escuchar para educar. Al dar una conferencia generalmente el primer aplauso lo recibe aquel que va a dar la charla. Sin embargo, sería un gran cambio si ahora el primer aplauso se lo llevara aquel que está dispuesto a escuchar.
Conviértete en un buen ponente
Hay personas que duermen poco, pero sueñan mucho. Dentro de mi profesión como empresario consultor en desarrollo organizacional y capital humano, las líneas de investigación son trabajar con los dueños de negocio para que crezcan su organización. Se trata de construir la organización perfecta que no existe para el colaborador excepcional que nunca llega.
La hermosa profesión de la enseñanza a través de platicas, cursos, talleres, conferencias magistrales, etc. No empieza con los deseos de enseñar lo que uno sabe sino desde las necesidades del que escucha la ponencia. En mi opinión un buen ponente es aquel que enseña desde el cerebro del que aprende. Por ello, si a alguien vale la pena escuchar es al que está dispuesto a aprender.
¿Qué es un buen ponente?
Un gran ponente es aquel que se preocupa por lo que el escucha aprende y no de lo que uno enseña. La función del ponente es transmitir conocimientos, pero es muy complicado definir a un buen ponente si antes no se define qué es un buen conocimiento.
Porque para muchos un buen conocimiento es poder hacer una ecuación de matemáticas de integración en 1 minuto, para otros es poder dar una opinión sin importar las reacciones del entorno. Afortunadamente, en tan solo 2 años logré hacerme la pregunta ¿Cómo se transmite conocimiento? Y después de empezar a estudiar dicha respuesta he aprendido algunas herramientas básicas para enseñar. Dichas herramientas las comparto a continuación.
Herramientas básicas para enseñar
Desde niño he sido una persona muy tranquila pero de pensamientos muy inquietos, Siempre me ha gustado leer y escribir. Por ejemplo, cuando era niño seguido exploraba cosas, observaba a las personas y salía en expedición en búsqueda de cosas raras en mi imaginación, básicamente exploraba mi entorno y muchas veces mis padres se perdían pero nunca me perdía yo. Yo siempre supe dónde estaba y dónde estaban ellos. Y yo aprendí que el que se pierde en la vida es el que no sigue nada ni a nadie.
Tuve una vez un profesor de etimologías grecolatinas en la preparatoria, que siendo el primer día de clases comentó:
- "Jóvenes esta será una clase, terriblemente, aburrida. El que quiera no estar presente en esta clase, retírese de una vez." - Mientras tiraba sobre el escritorio del salón un morral negro y viejo. Y yo, siendo casi puerto y sin medir muchas consecuencias, me levanté tomé mi mochila y me dirigí a la salida del salón. Y justo antes de cruzar la puerta, interrumpe mi paso el profesor con una frase acusatoria - Joven. ¿a dónde cree que va?
A lo que respondí lo que él había dicho al entrar al salón, que sería una clase aburrida y de más a lo que continuó diciendo: "Es una forma de hablar. ¡Siéntese señor!".
Es decir, yo tenía que interpretar lo que este señor me estaba diciendo. Yo aprendí que verde no es azul y naranja no es morado. Las palabras dicen lo que quieres decir, si las usas correctamente. Aprendí que las personas no siempre dicen lo que piensan aún con la intención de hacerlo.
Tengo un hermano que estudió medicina y es excelente en lo que hace. Cuando niños el era aún más inquieto que yo. Muchas veces lo mandaron al psicólogo por inquieto y mucha gente, familiares, amigos conocidos, desalentaban a mi hermano para que estudiara otra cosa que si pudiera terminar porque decían que medicina era una carrera de mucho estudio, muy demandante y que su manera de ser tan dispersa, no le permitiría terminar dicha carrera. A lo que mi hermano siempre respondía: "No. Yo quiero ser médico".
Y finalmente terminó la carrera y ahora ya ocupa cargos directivos y jefaturas de hospitales. Yo aprendí de el que las decisiones que tomes en la vida debes tomarlas con mucha claridad para ti porque con quien vas a estar toda tu vida es contigo.
Conocí un día a un señor que tenia una empresa armadora de autos deportivos y me mostró una cara de la ingeniería que hasta entonces yo desconocía. Lo que me llevó a conocer, en otra empresa a una master en el tema en cuestión. Esta persona tuvo la inteligencia y el tacto para ponerme en órbita y a partir de entonces todos mis esfuerzos se dirigieron al estudio de reconocer a las empresas y no a buscar que la empresa me reconociera a mí. Aprendí que la cuestión no era quien me seguía a mi sino a quien seguiría yo y cómo lo iba a hacer.
Un día sin quererlo comencé a dar clases de estadística en línea en una universidad y, tratando de hacer un buen trabajo, siempre respondía a cada mensaje, comentario o aportación de mis alumnos, no solo hablando del tema sino tratando de hacer una reflexión de la situación planteada.
Al término del cuatrimestre, al momento de la despedida, uno de mis alumnos, después de un párrafo emotivo, termino escribiendo “gracias, maestro”. Leyendo en su texto una sincera sonrisa. No agradecí tanto el gracias como el maestro porque el fue el primero que me hizo ser maestro. He enmarcado esa situación en mi vida porque es la primera que puso a prueba mi vocación a la enseñanza. Y entonces aprendí que la energía no miente y que la gente se acerca más a ti cuanto eres auténtico.
Me di cuenta de que no transmitimos lo que sabemos, transmitimos lo que somos. El conocimiento tiende ha hacer la vida de las personas más agradable a los demás. Lo que uno enseña no son fines, sino medios a partir de los cuales desarrollamos a la persona que nos escucha.
Además de transmitir lo que sabemos para mejorar la vida de las personas, hay que enseñar vida a través de lo que sabemos. No es importante un concepto si te amarga la vida. Solo es importante si te hace más listo y una mejor persona.
El ponente que quiere le preocupa mucho el acierto mientras que el ponente que ama lo que hace ve que en la equivocación hay un proceso de aprendizaje y generación de conocimiento. El ponente que quiere le importa el lucir de los procesos, mientras que el ponente que ama le importa el alumbrar de los resultados. El ponente que quiere espera respuestas planeadas mientras que el ponente que ama no espera las mismas respuestas. Espera que el que escucha sea capaz de explicar lo que piensa desde su autenticidad.
Que las respuestas que recibimos no coincidan con las respuestas que esperamos no significa que el que escucha no entienda la lección, sino que solo hay discrepancia entre lo que deseamos escuchar y lo que obtenemos. Cuando una persona habla las demás interpretan y en esa diversidad de interpretaciones hay una riqueza intelectual muy importante e interesante.
Es mejor pensar juntos que hacer las cosas por separado. Siempre es imprescindible transmitir que uno va a elegir, desarrollar y conquistar una profesión. Pero dicha profesión solo dirá lo que sabes, mas no lo que eres. Es imprescindible aprender a hacer lo que uno sepa decir.