El otro día buscando un tutorial por la red, encontré una idea que se instaló en mi cabeza y se quedó dando vueltas. Lo que yo buscaba era una orientación para realizar un examen de armonía para unas oposiciones, pero lo que hallé fue esa idea que me sirvió como empuje a escribir este artículo: la idea de "tener una estrategia" como paso previo, en ese caso, para organizar un análisis musical, pero que se puede extrapolar a cualquier cosa que se quiera realizar.
Empieza a dar clases particulares de piano
Así que, reflexionando sobre mi manera de dar clases de música –ya sea clases de solfeo, clases de guitarra, clases de canto, clases de ukelele, clases de composición, clases de armonía o clases de piano–, me di cuenta de que el método que suelo usar en todas las clases es, en realidad, parte de una estrategia.
Es decir, mi manera de dar las clase se puede ver como un camino diseñado para conseguir dominar una habilidad, y por lo tanto para acabar tocando el piano –que sería el objetivo o la acción a realizar–. ¿Qué es lo que tiene ese camino? ¿Por qué se necesita una estrategia? ¿Y qué tiene de parecido esta con los métodos?
Responder a estas preguntas es lo que me tuvo más entretenido y me llevó un tiempo ordenar bien los pensamientos antes de escribir, y comencé por relacionarlas con tres acciones básicas que determinan el inicio y mantenimiento de una formación musical.
Primera acción
En la primera acción nos movilizamos por una decisión. Un alumno de piano –y en concreto, un niño– comienza un camino cuando decide (o deciden por él) empezar a tocar un instrumento –como el piano, por ejemplo–; y si el profesor, finalmente, no sabe guiarle, el alumno se perderá.
Es importante plantearse objetivos a corto plazo, es decir, hay que llegar a lugares intermedios durante el camino, como si fueran estaciones, y debemos tener una meta, más o menos definida (aunque pueda variar según vamos eligiendo otros enfoques).
Segunda acción
Esto significa que el profesor se anticipa, y sabe como va a realizarse la llamada: segunda acción, una acción más global y continuada en el tiempo, que podría estar ligada a la motivación (motivar y sentirse motivado), y que necesariamente se corresponde y se mantiene con una estrategia.
Tercera acción
Y por último, la tercera acción, y donde yo considero que está la diferencia entre los docentes, tiene que ver con el método empleado: es la manera de dar clase; por lo tanto, está ligada a la acción de enseñar: cómo enseñar piano. Veamos cada una de estas acciones por separado.
Inicialmente, hay que decidir dónde vamos a recibir las clases. Si buscamos un profesor para nuestro hijo debemos de saber qué perfil es bueno para él, ya que la impronta o impresión con la que el niño empieza el camino –por otro lado, difícil– de una disciplina es determinante para su motivación.
¿Quieres empezar a enseñar piano?
Además, están los condicionantes externos: los horarios, los precios, si hay desplazamiento o no, las actividades escolares, las necesidades académicas, etc. Aconsejo que se tienda a buscar más desde la perspectiva del niño y no tanto desde los condicionantes externos, si no interfieren demasiado, por supuesto.
Una vez ya se ha contactado con el profesor, es bueno preguntarle acerca de su manera de enseñar. Esta es la única manera que tendremos, en un principio, de saber si nuestro hijo va a engancharse a la práctica o si, por el contrario, no va a aguantar una dinámica que necesite de cierta disciplina.
Por otro lado, esta manera será el sello de identidad como docente de dicho profesor. Así, para poder identificar lo que más os conviene, escribiré sobre un par de claves –que no son más que las explicadas como las acciones segunda y tercera–, indispensables para valorar una forma de enseñanza musical, estas son: la estrategia de aprendizaje y la metodología.
Como estrategia se puede entender la manera de organizar o diseñar –durante el "camino"– aquellos puntos, estaciones u objetivos que necesitamos para llegar a una meta parcial o final. En mi caso, por ejemplo, creo que es indispensable que el primer año el alumno asimile los materiales con los que hacemos música: las escalas, los acordes, el ritmo y las estructuras armónicas.
Toda canción está basada en una escala (sería como el idioma que elegimos para hablar), se acompaña de unos acordes (que provienen, igualmente de la escala, pero que ordena varias notas que se acompañan a la vez), tiene una figuración rítmica (que deben ser, primero, intuitivas) y se construye con una estructura que hace que se convierta en música (es armónica), ya sea: una canción (estrofas y estribillo), una pieza (una sonata, un rondó, una fanfarria, etc.) o un género (un blues, una rumba, etc.).
Conseguir comenzar a desarrollar estos pilares sobre los que se construye la música sería mi estrategia para el primer año, como ya he comentado, pero ahora se necesita una metodología para conseguir estos objetivos planteados, ya que no se consiguen con el mero hecho de enunciarlos, hay que actuar, es decir: damos paso a la tercera acción, el método.
Cada profesor organiza sus clases en función de lo que quiere conseguir. Hay trucos, por ejemplo, cuando vas a empezar un tema nuevo, se suele hacer un sondeo al alumnado sobre los conocimientos previos que se tienen de la materia, para arrancar desde lo que el alumno sabe, no repetir información, o simplemente por la simple interacción con el que desea aprender; ya que una clase no es un despliegue de conocimientos del que sabe algo hacia aquel que no lo domina.
Para mí, es muy importante partir siempre de las necesidades del alumno: si quiere aprender una canción, si necesita leer música, si va a prepararse una prueba o si tiene la necesidad de explicarte más cosas acerca de la música que le gusta.
Ahora bien, una vez ya hemos definido el enfoque de la clase, pasamos por las tres fases que yo considero indispensables: el calentamiento, la teoría y el repertorio.
Otro día escribiré más sobre estas tres fases básicas para cada clase y para extrapolarlas y usarlas en el tiempo de estudio del alumno, pero, en resumidas cuentas, podemos decir que: el "calentamiento" está formado por ejercicios más físicos que mentales –o teóricos–, cuya finalidad es estimular la musculatura, articulaciones y tendones, necesarios para tocar; en la fase de la "teoría" es donde unimos pensar con practicar (escalas, acordes, etc.), y en el "repertorio", en el último momento de la clase, nos centramos en tocar las piezas, los temas, las canciones o los géneros que estamos estudiando específicamente, pero recopilando toda la información teórica y práctica que hemos visto antes.
En conclusión, para dar clases de piano a niños –y mayores–, el docente debe tener una estrategia para cumplir unos objetivos a corto y largo plazo, pero basándonos en una metodología efectiva. Esto es lo que un profesor debe poder explicarte cuando contactas con él, y si no lo hace, debes preguntarle tú.
Mucha suerte y ánimo, que aprender a tocar un instrumento es algo que nos pone bien a prueba, pero que merece la pena intentar.