A poco de terminar el curso, los alumnos están con la mente puesta en las vacaciones. Llegan las últimas actividades en clase y la entrega de notas. Es, sin duda, también el momento de evaluar cómo ha ido el curso en términos más generales, tanto si éste ha sido dentro de la formación reglada como de la educación no formal.
Es mucho más de lo que pensamos lo que nos han aportado maestros y profesores, pues no sólo nos han transmitido conocimientos de una materia concreta. Muchos de ellos han sido modelos inspiradores que nos han transmitido motivación. En algunas ocasiones, han sido capaces de mostrarnos una asignatura de forma atractiva, despertando nuestro interés y hasta incluso de descubrirnos una vocación. Si estábamos perdidos, sabían qué palabras decirnos para tratar de recuperar nuestra autoestima o ganar confianza en nosotros mismos y nos han enseñado caminos a seguir para lograr alcanzar metas y sueños. Al margen de planes de estudio, libros de texto y metodologías y herramientas clásicas, algunos se arriesgaron queriendo hacer más, llegar más a cada uno de sus alumnos buscando un entusiasmo y una implicación que enriquecieran el aprendizaje.
Enseñar es una bella vocación que la realidad en muchas aulas pone a prueba. Con los años acabamos teniendo un recuerdo entrañable de los conocimientos y consejos que recibimos por parte de algunos y los valoramos aún más si hemos tenido alguna experiencia impartiendo clases. Deberíamos tener un poco más en mente a maestros y profesores. Las sensaciones positivas y sonrisas inesperadas al rememorar enseñanzas y recuerdos que nos brindaron y que nos han sido útiles son ya una manera de homenajearlos.