La educación es la reconstrucción continua de la experiencia.

Me gusta tener siempre en cuenta que los tiempos cambian y que, con ello, los alumnos también son siempre distintos. En los años que llevo impartiendo clases, he podido comprobar que algunas de las actividades que me funcionaban al principio, ahora han quedado obsoletas.

Lo cierto es que prolongar en el tiempo una misma propuesta educativa puede implicar de manera inevitable que nos olvidemos de las nuevas generaciones y de sus inquietudes y motivaciones. Desde hace ya un tiempo, procuro incorporar aspectos de la realidad de mis alumnos en mis clases de matemáticas.

Me suelen preguntar de dónde me vienen las ideas. La respuesta es fácil: observando a mis alumnos, comunicándome con ellos e interesándome por sus gustos. Buena parte de las propuestas que he llevado a cabo, han surgido tras un análisis en positivo de la realidad en la que se mueven.

Cada grupo de alumnos y cada nivel es distinto y, en alguna ocasión, incluso he tenido que ingeniármelas para ofrecer una misma actividad pero con pequeñas variaciones. Requiere esfuerzo y dedicación, pero da muy buenos frutos. Los alumnos agradecen que los tengamos en cuenta y, precisamente por esta razón, es importante que evitemos juzgar de forma peyorativa sus gustos. No se trata de compartirlos, sino de tenerlos en cuenta.

En mi caso, el mejor modo de expresarles el respeto hacia sus intereses es incorporandolos en mis clases. Me sirve para captar su atención y, además, para demostrarles que lo que estudiamos en mi materia tiene una aplicación indiscutible en la realidad. Observar me ayuda a reconducir algunas propuestas y también a plantear otras nuevas sobre cuestiones que no tenía en mente.

Al hacer las valoraciones con el grupo clase, he percibido mayor motivación cuando el efecto sorpresa de las actividades jugaba un papel predominante. Tanto la autoevaluación como la coevaluación me han reportado una visión más amplia del trabajo realizado. Además de la información recogida, me da la sensación de que se sienten más cómplices de su proceso de aprendizaje.

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