Es indudable que la improvisación es una actividad esencial e impresicindible para aprender música, y por ello debemos encontrar maneras distintas de emplearla. Como comienzo es necesario establecer una serie de valores seguros: notas que sonarán bien al tocarse una detrás de la otra o variando su orden en una melodía.
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Aparentemente, lo más lógico al afirmar esto es que en un primer lugar se piense en dar al alumno el aprendizaje de escalas musicales para que improvise con ellas en su instrumento. Sin embargo, estas son demasiado largas y engorrosas para empezar por ellas a improvisar.
Para la improvisación es necesaria la comodidad, por lo que trataremos de partir de algún conocimiento ya adquirido y desarrollar la creatividad a partir de él. Normalmente este primer conocimiento adquirido es el del acrode, al que añadiremos extensiones (sin profundizar en ellas, nombrándolas como notas de adorno para evitar complejidad conceptual excesiva). De esta manera, el alumno se podrá introducir a la improvisación gracias al uso de extenisones en acordes y arpegios.
El siguiente paso es comenzar ya a trabajar con escalas, introduciéndolas poco a poco a modo quizá de calentamiento. Es buena idea empezar con una escala en la que estén incluidos los acordes estudiados hasta el momento y a los que se ha añadido extensiones, pues de esta manera se podrán relacionar más fácilmente.
Una vez que el alumno tenga algunas notas de la escala ubicada (no hace falta esperar a que la conozca de memoria, pues se corre el riesgo de que mecanice el proceso de tocar la escala y pierda la concepción de ella como conjunto de notas de orden intercambiable al crear melodías.
Una vez conseguido esto, simplemente hay que continuar con la práctica de combinar escalas y acordes extendidos en la improvisación, ampliando además la escala por diferentes octavas hasta que el alumno la domine perfectamente.