Quien más, quien menos espera el verano como promesa de descanso, viajes, vacaciones, desconectar de la rutina cotidiana y reponer fuerzas para el resto del año.
¿Y los músicos? ¿Los intérpretes dejan de tocar? ¿Los estudiantes dejan de practicar? ¿Los compositores dejan de crear? ¿Y los profesores?
Los intérpretes continúan su labor artística durante el verano y, en algunos casos, trabajando aún más.
Para ellos y para cualquier instrumentista, esté en el nivel que esté, es impensable dejar su práctica instrumental. El instrumento (y también el canto que es un instrumento más) exige una constancia que no conoce "veranos", aunque sólo sea tocar escalas o vocalizar, o leer nuevo repertorio.
Los profesores que forman parte de instituciones educativas tienen sus vacaciones de verano. Sin embargo, y hablo por experiencia propia, no sólo han de mantener su nivel técnico- instrumental sino que también investigan nuevo repertorio para sus alumnos, procuran mantenerse al día sobre concursos de instrumento, indagan nuevas formas de enseñanza que se adapten al estudiante actual, etc, etc.
Los profesores particulares continúan con sus clases agregando a sus alumnos habituales aquellos que necesitan apoyo y refuerzo y aquellos que no quieren interrumpir su proceso de aprendizaje.
Esta realidad, sin embargo, no es vivida por los músicos como una carga, como una queja. El músico no puede dejar de hacer música, así de simple. Forma parte de su naturaleza, de su esencia, de su alma.
Si no hace música, si no escucha música, si no crea música, si no enseña música...sencillamente, deja de ser.